Un cuatro de abril, hace dos años, los docentes neuquinos decidieron cortar la Ruta Nacional 237 ante la negativa del gobierno provincial ha escuchar sus reclamos. Se aproximaba semana santa, y Arroyito era el punto neurálgico por el que debían pasar los visitantes que se dirigían hacia los centros turísticos del sur; por eso, el corte en ese lugar era estratégico.
El entonces gobernador de la provincia, Jorge Sobisch, decidió y planificó la represión. Los policías -con todo el armamento: gases, balas de goma, armas “anti-disturbio” y camiones- se adueñaron de la ruta a la espera de los profesores y maestros; la orden era clara: no había que dejar que los docentes concretaran el corte.
Y así sucedió. Antes de que los manifestantes pudieran establecerse en la ruta, empezó la represión: la policía y otros “agentes de seguridad”, algunos vestidos de civil, expulsaron a los docentes a los tiros. Los arrinconaron contra una estación de servicio y otros tuvieron que correr campo adentro.
A pesar de que ya estaban en retirada, producto de la represión, siguieron siendo blanco de los ataques con balas de goma y gases lacrimógenos. En ese momento, sucedió lo peor: un policía, fusil lanza granadas en manos, le disparó a menos de un metro de distancia a un docente que estaba en la luneta de un Fiat 147.
Fusilado. El compañero herido murió pocas horas después. Y ninguna palabra define mejor aquel asesinato que FUSILADO. Carlos Fuentealba fue fusilado por un policía que poco le importó su condición de maestro, padre, militante y compañero.
Gracias a la fuerza de voluntad de su compañera de vida y madre de sus hijas, Sandra Rodríguez, junto con otros docentes nucleados en ATEN (Asociación de Trabajadores de la Educación del Neuquén) el juicio por el asesinato de Carlos no tardó en llegar. En julio del año pasado, el policía que le apuntó y fusiló, Darío Poblete, fue condenado a prisión perpetua.
Pero, los docentes neuquinos no están satisfechos. Quieren Justicia completa, que es la verdadera Justicia, y exigen que sean condenados los responsables políticos. Cuyo principal implicado es Jorge Sobisch.
En el día de ayer, al cumplirse dos años del asesinato de Fuentealba, el grito unánime fue el de “Sobisch Asesino”. La movilización, que finalizó frente a la casa de gobierno provincial, contó con alrededor de 10.000 personas. Entre ellos, Sandra Rodríguez, la esposa de Carlos, quien dijo: “no es imposible que Sobisch sea acusado. Hay que imputarlo y condenarlo a cadena perpetua como hicimos con Poblete”.
Hoy, como ayer
No resulta extraño, sino consecuente, que hace dos años, los docentes estuvieron un mes de paro antes de que se produjera aquella represión. Hoy, al igual que en el 2007, los maestros y profesores neuquinos siguen reclamando por mejores condiciones de trabajo.
Pero, a diferencia de entonces, el miedo está presente. No se quiere perder a otro compañero. Por eso, aunque la medida de fuerza tiene un fuerte acatamiento, los docentes no quieren cortar la ruta. En ese marco se entienden las palabras de Sandra, quien ayer repitió varias veces que hay que cuidarse. Esa es la sensación, por falta de una Justicia completa: el miedo a que vuelva a pasar, está vigente.
De hecho, la Policía que reprimió hace dos años es la misma que camina por las calles de esta ciudad. Sólo se logró sentenciar a uno de ellos, como si lo que pasó hubiera sido un acto de locura, de descontrol, de un solo individuo; y no una orden concreta perpetuada por todos los agentes de seguridad.
Sandra Rodríguez, también exigió por los docentes rionegrinos, que están hace un mes de paro cortando la ruta en Chichinales. Están a la deriva, el gobierno radical de la hermana provincia no quiere escucharlos y los deja tirados en la ruta. Encima, quiere descontarles del sueldo todos los días de paro: que son, más de 30. Es decir, que les está prohibiendo el derecho constitucional e histórico a hacer huelga.
En este sentido, los profesores de Río Negro han decidido levantar el corte en Chichinales y dividirlo en varios puntos estratégicos de la provincia para Semana Santa, como una nueva forma de presionar al gobierno para que los escuche.
El acto de ayer, que recordó a Carlos Fuentealba en los relatos de sus compañeros y alumnos, concluyó con un recital en el que participaron distintos grupos de la zona –entre ellos, un conjunto de jóvenes mapuches- y Arbolito. Y terminó al grito: ¡Carlos Fuentealba, Presente! ¡Ahora y siempre!
El entonces gobernador de la provincia, Jorge Sobisch, decidió y planificó la represión. Los policías -con todo el armamento: gases, balas de goma, armas “anti-disturbio” y camiones- se adueñaron de la ruta a la espera de los profesores y maestros; la orden era clara: no había que dejar que los docentes concretaran el corte.
Y así sucedió. Antes de que los manifestantes pudieran establecerse en la ruta, empezó la represión: la policía y otros “agentes de seguridad”, algunos vestidos de civil, expulsaron a los docentes a los tiros. Los arrinconaron contra una estación de servicio y otros tuvieron que correr campo adentro.
A pesar de que ya estaban en retirada, producto de la represión, siguieron siendo blanco de los ataques con balas de goma y gases lacrimógenos. En ese momento, sucedió lo peor: un policía, fusil lanza granadas en manos, le disparó a menos de un metro de distancia a un docente que estaba en la luneta de un Fiat 147.
Fusilado. El compañero herido murió pocas horas después. Y ninguna palabra define mejor aquel asesinato que FUSILADO. Carlos Fuentealba fue fusilado por un policía que poco le importó su condición de maestro, padre, militante y compañero.
Gracias a la fuerza de voluntad de su compañera de vida y madre de sus hijas, Sandra Rodríguez, junto con otros docentes nucleados en ATEN (Asociación de Trabajadores de la Educación del Neuquén) el juicio por el asesinato de Carlos no tardó en llegar. En julio del año pasado, el policía que le apuntó y fusiló, Darío Poblete, fue condenado a prisión perpetua.
Pero, los docentes neuquinos no están satisfechos. Quieren Justicia completa, que es la verdadera Justicia, y exigen que sean condenados los responsables políticos. Cuyo principal implicado es Jorge Sobisch.
En el día de ayer, al cumplirse dos años del asesinato de Fuentealba, el grito unánime fue el de “Sobisch Asesino”. La movilización, que finalizó frente a la casa de gobierno provincial, contó con alrededor de 10.000 personas. Entre ellos, Sandra Rodríguez, la esposa de Carlos, quien dijo: “no es imposible que Sobisch sea acusado. Hay que imputarlo y condenarlo a cadena perpetua como hicimos con Poblete”.
Hoy, como ayer
No resulta extraño, sino consecuente, que hace dos años, los docentes estuvieron un mes de paro antes de que se produjera aquella represión. Hoy, al igual que en el 2007, los maestros y profesores neuquinos siguen reclamando por mejores condiciones de trabajo.
Pero, a diferencia de entonces, el miedo está presente. No se quiere perder a otro compañero. Por eso, aunque la medida de fuerza tiene un fuerte acatamiento, los docentes no quieren cortar la ruta. En ese marco se entienden las palabras de Sandra, quien ayer repitió varias veces que hay que cuidarse. Esa es la sensación, por falta de una Justicia completa: el miedo a que vuelva a pasar, está vigente.
De hecho, la Policía que reprimió hace dos años es la misma que camina por las calles de esta ciudad. Sólo se logró sentenciar a uno de ellos, como si lo que pasó hubiera sido un acto de locura, de descontrol, de un solo individuo; y no una orden concreta perpetuada por todos los agentes de seguridad.
Sandra Rodríguez, también exigió por los docentes rionegrinos, que están hace un mes de paro cortando la ruta en Chichinales. Están a la deriva, el gobierno radical de la hermana provincia no quiere escucharlos y los deja tirados en la ruta. Encima, quiere descontarles del sueldo todos los días de paro: que son, más de 30. Es decir, que les está prohibiendo el derecho constitucional e histórico a hacer huelga.
En este sentido, los profesores de Río Negro han decidido levantar el corte en Chichinales y dividirlo en varios puntos estratégicos de la provincia para Semana Santa, como una nueva forma de presionar al gobierno para que los escuche.
El acto de ayer, que recordó a Carlos Fuentealba en los relatos de sus compañeros y alumnos, concluyó con un recital en el que participaron distintos grupos de la zona –entre ellos, un conjunto de jóvenes mapuches- y Arbolito. Y terminó al grito: ¡Carlos Fuentealba, Presente! ¡Ahora y siempre!
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